Leo, en una entrevista a Jasper Johns: “Una noche de 1954 tuve un sueño muy intenso en el que me veía pintando una gran bandera americana. A la mañana siguiente, encontré materiales con los que trabajar y comencé a trasladar la imagen al lienzo o más bien, si la memoria no me traiciona, a una sábana”. Así empezó una de las series plásticas más famosas y mejor cotizadas del último medio siglo. Resulta curioso: mientras que el artista de otras épocas fabricaba símbolos pacientemente, subido al andamio de la tradición (y con grave riesgo de derrumbe), los iconos contemporáneos parecen surgir por generación espontánea, como efecto colateral de la mudanza de la realidad al espacio pictórico. Algo tan inexorable y con tan poco criterio estético como el paso del tiempo acaba por decidir que los variados rostros warholianos de Marilyn Monroe, las piscinas infinitas de David Hockney o las banderas soñadas por Jasper Johns vayan a formar parte de nuestro patrimonio cultural y sentimental. No crean que me parece mal: me limito a constatar el cambio de un modelo de belleza. Eso sí, me barrunto que el gesto onírico de Jasper Johns habría tenido bastante poca fortuna por estos lares. Cualquier español sabe que la función de una bandera es la de ondear en un campo de fútbol. Fuera de allí, solo sirve para jurarle fidelidad o para quemarla. Y me temo que, una vez besado o convertido en cenizas, el icono pierde bastante valor simbólico y monetario.
No sólo banderas. Todos los géneros artísticos españoles suelen responder más al modelo "andamio de la tradición", lo que no quiere decir que no haya excepciones. Aunque en literatura, por ejemplo, diría que muy pocas, al menos hasta hace bien poco.
ResponderEliminarPues sí, Jorge, hay tradiciones que (m)atan, aunque no todos los andamios sean de humo. Saludos desde esta página en deconstrucción. Y enhorabuena por tu stripgarden.
ResponderEliminarIgualmente, Luis, ha sido una agradable sorpresa leerte también en blog.
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