Ignoremos la broma macabra consistente en identificar la festividad de San José con el día del padre. Y vayamos a la evidencia: existe un auténtico subgénero literario que aborda las conflictivas relaciones entre padres e hijos. Si fuéramos un formalista ruso —lo que ya es formalizar—, estableceríamos una tipología genética basada en las siguientes modalidades:
1) La elegía lacrimosa. Es el género preferido por los poetas, que siempre parecen hijos únicos (el mundo ha sido diseñado para ellos) o huérfanos empedernidos (un verdadero poeta se ha hecho a imagen y semejanza de sí mismo). Sin embargo, como sucede con Santa Bárbara cuando truena, los poetas siempre tienen unas palabras a posteriori para sus padres. Ya lo dijo Jorge Manrique, “avivando el seso”, y así hasta ahora.
2) La hagiografía aparente. Es un género ensayístico típicamente post mortem, fabricado por hijos que han crecido bajo la alargada sombra de sus progenitores. Sus autores conceden una importancia oracular a las últimas palabras del padre, que suelen oscilar entre el epifonema quevedesco y el chiste obsceno. Aunque el género se pretende capaz de erizar el vello del alma, contiene una dosis de cáustica ironía que solo detectan los lectores muy suspicaces.
3) La biografía rencorosa. Es un género propio de descendientes de padres famosos. Sin duda, a los padres famosos conviene matarlos en vida. Por ejemplo, Martin Amis, en su rencorosa y magnífica Experiencia, demuestra que Amis, lo que se dice Amis, es él: si acaso, el bueno de Kingsley fue su profeta. Si la primera opción resulta inviable, siempre se puede recurrir a rematar al padre. Pero, ojo, esa posibilidad solo está disponible si el padre es un tipo un tanto torvo (véase Donoso) o francamente antipático (véase Salinger). En los demás casos, el tiro de gracia se considera de mal gusto.
Si no conectan con ninguno de los géneros anteriores, les recomiendo Tiempo de vida, de Marcos Giralt Torrente, una fe de vida que no parece guiada por el ajuste de cuentas, sino por una auténtica voluntad de comprensión. Y, en todo caso, si están pensando en buscarle un trabajo a su vástago, recuerden que los hijos escritores son como los hijos únicos: un atraso. Palabra de hijo único.
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