lunes, 7 de marzo de 2011

Ficción / No ficción (2)

Hay películas con un agujero negro en su interior. Algunos directores, como David Lynch, diseñan con escuadra y cartabón las grietas visuales que contienen sus experimentos. Otros, como Shyamalan, prefieren jugar a hacer trampas con los finales, porque Shyamalan (como Borges) sabe que ningún misterio es digno de su resolución. Lo curioso es que es que también haya agujeros negros en el celuloide de alma contemplativa y vocación realista, como el que maneja Abbas Kiarostami. Su Copia certificada supone un ejemplo modélico del funcionamiento de esos huecos de sentido, que exigen que el espectador se pare a reflexionar sobre los ambiguos papeles asignados a sus protagonistas. Sin embargo, el mejor trampantojo de Kiarostami quizá sea Close up, que dinamita con pico y barrena cualquier apriorismo sobre los límites entre ficción y documental. Partiendo de un material “inspirado en hechos reales”, la película funde planos diversos y confunde a quienes esperan la linealidad omnisciente de la crónica de sucesos. Close up es un caleidoscopio que alterna elaborados flash backs con precarias imágenes en tiempo real, recreaciones de escenas domésticas con secuencias propias del género judicial, reflexiones a pie de cámara con momentos de cine dentro del cine. Y depara un maravilloso instante de anagnórisis: aquel en el que el bienintencionado impostor que se ha hecho pasar por el cineasta Mohsen Makhmalbaf (re)conoce a su admirado director. Si pulsan en el vídeo, empezarán a ver la película por el final, pero —por una vez— el orden importa bastante poco en el rompecabezas rayuelesco de un realizador tildado de socialrealista, y, para más inri, iraní.


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