jueves, 30 de octubre de 2014

DIVERSO.ES, de Adolfo Cueto



Cuando se trata de entrar en harina poética, algunos autores miran instintivamente al cielo, acaso con nostalgia olímpica por aquellas alturas en las que los vates vivieron instalados hasta que la historia los apeó de su celeste pedestal. Otros, más cautelosos, prefieren mirar al suelo. Sin duda, Adolfo Cueto (1969) pertenece a esta segunda categoría. Por eso, su último libro defiende una poética sísmica “a ras / muy de tierra”, que aspira a remover conciencias y a conmover espíritus. Después de Palabras subterráneas (2010) y Dragados y Construcciones (2011), Diverso.es (2014, Premio “Ciudad de Burgos”) nos invita a adentrarnos en la vorágine de una realidad punto es en la que la contemplación exterior se acompasa con la respiración íntima del sujeto. Como todo work in progress que se precie, el nuevo libro del autor se presenta bajo el envoltorio de un viaje circular, a la vez odisea colectiva y epopeya privada.

            Uno de los rasgos sustantivos de la obra de Cueto es la continuidad entre mirada y escritura, de tal manera que el poeta parece registrar los acontecimientos al mismo tiempo que estos suceden. Esa simultaneidad perceptual genera una pauta de lectura que nos sumerge en el vértigo de la sociedad contemporánea. El ritmo germinativo de los versos, en los que abundan los escorzos y encabalgamientos abruptos, puede adoptar el aliento musical de una sinfonía o transmitir su mensaje con la contundencia de una ametralladora: “Noche de azul / inverso, carreteras cortadas / nuevamente, lo mismo / que esta página en blanco se hace tuya, / mía, nuestra; esta página rota”. En efecto, Diverso.es empieza con un pie en el acelerador y los ojos clavados en el parabrisas. Desde ese momento asistimos a una road movie alrededor de un “mundo / fracturado”, que en ocasiones exhibe sus cicatrices con obscenidad (las ruinas capitalistas de una “Fábrica abandonada”) y en otros casos manifiesta una belleza inadvertida. Si Rafael Morales entonó un hondo y doloroso cántico al cubo de la basura, Cueto también logra redimir los paisajes industriales y posapocalípticos que atraviesa mediante un lirismo compasivo.

            Esta radical impureza cristaliza en “Mar de cemento”, un retablo en seis partes que funciona como un himno a la deshumanizada megalópolis moderna y como un entrañado homenaje a la ciudad de Madrid. Aunque el turbión visionario remite al aquelarre madrileño de Fernando Beltrán, y aunque algún jirón expresionista nos recuerda que Dámaso Alonso contabilizó más de un millón de cadáveres vestidos de paisano, Cueto consigue modular esas resonancias con voz propia y alzar un monumento a la transitoriedad: “mar / de cristales furtivos, qué rápido, qué / velozmente van los días, pasan coches: van pasando / la noche altiva y el taxi”. Junto con esa veta urbana, en Diverso.es hay espacio suficiente para la reflexión cívica (“Japón, 11-M”, “Fosa”) y para la combustión amorosa. Gracias a una singular resemantización de los objetos cotidianos, un extintor bien puede servir como emblema del fuego erótico. Del mismo modo, el gozoso misterio del cuerpo se convierte en un “rizoma / de amor”, donde no faltan ni la intemperie (“Sin techo”) ni la fragilidad (“Palacio de cristal”).

            En suma, la reivindicación de una escritura mestiza, fabricada con materiales perecederos, anima un proyecto cargado de soterrada ironía y energía crítica. Tras el envío final, estamos deseando que Adolfo Cueto vuelva a hacer las maletas y a transitar por las autopistas ―reales y virtuales― de un universo globalizado. 


Publicado en el suplemento “Arte y Letras” del diario Información, el 31 de octubre de 2014

lunes, 20 de octubre de 2014

Os ángulos da brasa / Los ángulos de la brasa, de Manuel Álvarez Torneiro



Manuel Álvarez Torneiro (La Coruña, 1932) obtuvo el Premio Nacional de Poesía con Os ángulos da brasa, que ahora se presenta en edición bilingüe. Se trata de un libro de empaque cosmogónico, donde conviven el trazo preciso y el vuelo visionario. Dividido en tres secciones, el autor transita en ellas por los núcleos de la identidad: el paso del tiempo, los sentimientos privados y la memoria colectiva. Con todo, las mayores aportaciones de Los ángulos de la brasa se concentran en su meollo expresivo. No en vano, la principal apuesta del volumen reside en un discurso en constante ebullición, llevado por las iteraciones anafóricas, los burbujeos imaginativos y la incandescencia de un lenguaje que pone una vela a Horacio y otra a Blas de Otero: “El realismo es una noche / conversando con Rulfo. / Y el entierro de un perro cayendo la tarde, / la tala de un magnolio que sabía de Heráclito / y la vuelta de Ezra Pound / a caballo de un tiempo de miseria”. Asimismo, en la redoma lírica se mezclan los ingredientes de una educación cultural, desde la mujer con alcuza de Dámaso Alonso hasta los disparates celestes de Marc Chagall, desde el gozoso allegro de Vivaldi hasta los “heraldos enlutados” de César Vallejo. Entre la celebración de la belleza y el arrastre elegiaco, la trama de los días se va tejiendo con los hilos de la cotidianidad (“Era jueves, lluvioso, / puntualmente invierno, / y sin mayor noticia”) y con la aguja del realismo mágico (“Hay que dejar a Aníbal con sus elefantes / en algún limbo fantástico”). La intemperie existencial, el “cuerpo a cuerpo” del amor y la reivindicación de la utopía entroncan con el compromiso cívico de algunos niños de la guerra, pero sin renunciar a la heterodoxia de otros compañeros de viaje ―como el pintor Urbano Lugrís o el poeta Antón Avilés de Taramancos―. La ajustada traducción de Teresa Seara nos permite acceder a los versos fieramente humanos de un libro original y lúcido, que demuestra que la auténtica poesía está hecha de la misma materia que los sueños.

Publicado en el suplemento "Babelia" del diario El País, el 18 de octubre de 2014