lunes, 20 de octubre de 2014

Os ángulos da brasa / Los ángulos de la brasa, de Manuel Álvarez Torneiro



Manuel Álvarez Torneiro (La Coruña, 1932) obtuvo el Premio Nacional de Poesía con Os ángulos da brasa, que ahora se presenta en edición bilingüe. Se trata de un libro de empaque cosmogónico, donde conviven el trazo preciso y el vuelo visionario. Dividido en tres secciones, el autor transita en ellas por los núcleos de la identidad: el paso del tiempo, los sentimientos privados y la memoria colectiva. Con todo, las mayores aportaciones de Los ángulos de la brasa se concentran en su meollo expresivo. No en vano, la principal apuesta del volumen reside en un discurso en constante ebullición, llevado por las iteraciones anafóricas, los burbujeos imaginativos y la incandescencia de un lenguaje que pone una vela a Horacio y otra a Blas de Otero: “El realismo es una noche / conversando con Rulfo. / Y el entierro de un perro cayendo la tarde, / la tala de un magnolio que sabía de Heráclito / y la vuelta de Ezra Pound / a caballo de un tiempo de miseria”. Asimismo, en la redoma lírica se mezclan los ingredientes de una educación cultural, desde la mujer con alcuza de Dámaso Alonso hasta los disparates celestes de Marc Chagall, desde el gozoso allegro de Vivaldi hasta los “heraldos enlutados” de César Vallejo. Entre la celebración de la belleza y el arrastre elegiaco, la trama de los días se va tejiendo con los hilos de la cotidianidad (“Era jueves, lluvioso, / puntualmente invierno, / y sin mayor noticia”) y con la aguja del realismo mágico (“Hay que dejar a Aníbal con sus elefantes / en algún limbo fantástico”). La intemperie existencial, el “cuerpo a cuerpo” del amor y la reivindicación de la utopía entroncan con el compromiso cívico de algunos niños de la guerra, pero sin renunciar a la heterodoxia de otros compañeros de viaje ―como el pintor Urbano Lugrís o el poeta Antón Avilés de Taramancos―. La ajustada traducción de Teresa Seara nos permite acceder a los versos fieramente humanos de un libro original y lúcido, que demuestra que la auténtica poesía está hecha de la misma materia que los sueños.

Publicado en el suplemento "Babelia" del diario El País, el 18 de octubre de 2014

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