sábado, 16 de agosto de 2014

Fracasar mejor y Ahí es nada, de Jorge Riechmann



El subtítulo de Fracasar mejor (“Fragmentos, interrogantes, notas, protopoemas y reflexiones”) ilustra el carácter heterogéneo de este volumen y la vocación heterodoxa de su autor. Jorge Riechmann (1962) reúne aquí varias consideraciones sobre una sociedad fracturada, que necesita cuidados paliativos y terapias de choque. El pellizco mental del aforismo coexiste con la razón dialéctica del silogismo, al tiempo que los intertextos ajenos se engarzan naturalmente en la propia cadena discursiva. En estas páginas, Riechmann reivindica la escritura como un servicio público donde cabe todo, desde la lírica volandera del haiku hasta la mundanal prosa de los porcentajes bursátiles. La denuncia de una realidad sucedánea se confabula con un afán indagatorio que desconfía de los credos maniqueos, modera las euforias relativistas y se vacuna contra los sarpullidos apocalípticos. Frente a un sistema biocida y una cultura autoinmune, este libro postula un humanismo trágico, capaz de reinterpretar el mitologema de Prometeo y de dignificar el fenomenal batacazo de Ícaro: “No se trata de ascender sino de aprender a caer, caer con arte y esmero. En suma, fracasar mejor”. A lo largo de este compendio de filosofía sostenible destacan las anotaciones que aluden a los brotes verdes de una naturaleza tan maltratada por la especulación urbanística como por las gabelas del turismo ecológico. Asimismo, el autor se arriesga a dar una nueva vuelta de tuerca a viejos dilemas, como los sempiternos debates sobre la función del artista o la utilidad de la poesía: “Entonces ¿la poesía no sirve para nada? Amiga flautista, amigo cantor: tú sabrás”. Sin temor a alzar la voz ni a constatar lo obvio, Riechmann dirige sus palabras recias a los oídos sordos de una tecnocracia que ha decidido transgredir “los límites biofísicos del planeta”, hipotecar la convivencia y poner el futuro entre signos de interrogación. Más cerca del pesimismo de la inteligencia que del optimismo de la voluntad, Fracasar mejor nos recuerda que la lírica representa lo contrario del marketing, o que “la socialidad es a Facebook lo que la felicidad a la Coca-Cola”.

            Por su parte, Ahí es nada recopila materiales procedentes de diversos diarios de trabajo, desde Una morada en el aire (2003) hasta el inédito La pluma del arrendajo, además de paratextos que han acompañando a algunos de los poemarios del autor. El hilo conductor del ensayo es la formulación de una “poética del ahí”, entendida como un modo de estar en el mundo y de fortalecer los vínculos solidarios entre los inquilinos de nuestro planeta. El adverbio ahí no solo sintetiza los valores de una ética portátil, sino que señala un lugar de encuentro entre el yo y los otros, entre el compromiso con lo inmediato y la “fabulosa intensidad de la vida común”. La fusión de poesía y verdad, la defensa de la belleza cotidiana o la tensión entre el desaliento y la esperanza son otras de las acepciones que concurren en ese ahí admonitorio: “Tarea del intelectual: no mirar hacia otro lado. O sea, mirar ahí”. La última parte del libro está protagonizada por otro adverbio: no. La fuerza revolucionaria de “la sílaba del no” ―según expresión de Juan Carlos Rodríguez― condensa la insubordinación ante el orden establecido y el conocimiento de los propios límites: “Sé que soy de los que buscan, no de los que logran”. En el impulso de esa búsqueda, Jorge Riechmann está construyendo uno de los proyectos más sólidos y coherentes de la actual poesía española.


Publicado en el suplemento "Babelia" del diario El País, el 16 de agosto de 2014