En el ciclo "Cada cual" (1 de marzo, Alicante. Sala de conferencias del ADDA, 20.30 h).
jueves, 28 de febrero de 2013
lunes, 25 de febrero de 2013
Argo para recordar
Argo es una película pequeña y
entretenida, lo que siempre resulta preferible a uno de esos mamuts con ínfulas
de superproducción global, como Los
miserables, o a un ataque a las defensas sentimentales del espectador, como
El artista. Sin embargo, resulta curioso
que la troika de filmes oscarizables ―Lincoln,
La noche más oscura y la susodicha Argo― fueran revisiones históricas
carentes de cualquier afán revisionista. Nada más afirmativo que los filmes de
Spielberg, Bigelow y Affleck, cuyos protagonistas hacen lo que tienen que hacer
desde los títulos de crédito. Otra cosa es que el llanto redentorista de
Jessica Chastain y el asesinato en off de Abraham Lincoln nos demuestren,
respectivamente, que los héroes también lloran y que, si les disparan, mueren. La
única película que se salía de la tangente era Django desencadenado, pero esta vez por la vía fenomenológica del
celuloide negativo: el pastiche tarantiniano nos confirma lo que, definitivamente,
no fue la esclavitud, del mismo modo que Malditos
bastardos nos mostraba lo que no pudo ser la verdadera historia de la
muerte de Adolf Hitler. ¿Dónde queda, entonces, eso tan cartesianamente humano
del dubito, ergo cogito? Sospecho que
en la otra América. Pese a su título, No
es un buen ejemplo de cine entre signos de interrogación. Y es que el chileno
Pablo Larraín plantea la pregunta que Hollywood no se atreve formular: “Y
después, ¿qué?”.
miércoles, 20 de febrero de 2013
lunes, 18 de febrero de 2013
Gigantes y cabezones
Hay ritos a
los que uno se entrega con devoción digna de mejor causa. En mi caso, uno de
esos rituales consiste en asistir como telespectador a la gala de los Goya. La ceremonia
se sustenta en una calculada fórmula que desde hace años combina dosis
homeopáticas de autobombo, chascarrillo y denuncia. A ello hay que sumar los
largos sermones de agradecimiento, en los que los ganadores se remontan a las
ramas más recónditas de sus respectivos árboles genealógicos. Con todo, ayer
hubo algunos momentos que me despertaron del letargo: 1) el discurso de Concha
Velasco, que, frente al ejercicio nostálgico al que la condenaba su premio
honorífico, merecería insertarse con naturalidad dentro de la crónica-ficción
propugnada por Cercas; 2) la metedura de pata en la concesión del premio a la
mejor canción, el único sketch divertido; y 3) la declaración de Candela Peña
al recoger su Goya, auténtica muestra de indignación sincera en medio de tanta
crítica de pacotilla. Sin embargo, el gran instante de la gala fue la
prolongada improvisación del ministro del ramo, cuya gesticulación alternaba el
tic nervioso con el rictus sonriente, y cuya evolución cromática convertía la
gama colorista de Tadeo Jones en puro rigor monocromo. La suya, con diferencia,
resultó la mejor actuación de la noche. Yo le habría dado un Goya de
consolación.
miércoles, 13 de febrero de 2013
Fumata gris
En efecto, los efectos de la crisis (de fe) son devastadores.
Primero despidieron a la mula y al buey, y ahora dimite el jefe de todo esto.
Por menos, García Lorca y Ben Clark pusieron el grito en Roma, y a Dan
Brown le echaron encima la guardia vaticana. Reconozco que los cónclaves
secretos y los sahumerios papales tienen un no sé qué de intriga jamesbondiana que no me acaba de
convencer, tal vez porque la escenografía Sixtina resulta ya un tanto manida y déjà vu. Además, por culpa de
Nostradamus, acabamos viendo con recelo a los papables afroamericanos, y no porque
uno piense que la Mitra es incompatible con algún tipo de pigmentación (más
bien, ya va siendo hora de que los agnósticos caucásicos dejen paso a los
representantes de otras latitudes con mayor número de fieles por metro
cuadrado). En fin, mal momento ha elegido el líder espiritual para dejarnos. Con
media Europa en números rojos y la otra media poniendo sus cuentas bancarias a
remojar, solo nos faltaba un sarpullido milenarista. PD: Ayer leí que hay una
posibilidad entre 40000 de morir aplastado por un meteorito. Como diría el
señor Chinarro: “me metió el miedo en el cuerpo, ya ves”.
jueves, 7 de febrero de 2013
Listas y listos
No me gustan
las listas y tengo pánico a los inventarios. Prefiero memorizar los productos
que tengo que comprar en el supermercado, aunque irremediablemente nos quedemos
sin limones (uno de mis olvidos favoritos) y dispongamos de cantidades
industriales de otros condimentos poco necesarios. Nunca me he detenido a
transcribir la babel de libros que invade las estanterías, así que, cuando no
tengo más remedio que localizar algún ejemplar, me disfrazo de buzo y me
sumerjo en un maremágnum de tapas duras, blandas y multicolores. Renuncié a
catalogar mis antiguos vídeos hasta que el DVD se los llevó por delante. A ello
hay que sumar que mi caligrafía infernal no logró domeñarla ni la buena fe de los
cuadernillos Rubio, a cuya dictadura preciosista fui sometido durante varios
veranos. Escribir con buena letra me parece, entre otras cosas, una pérdida de
tiempo. Por eso me llama la atención que, en el caso que nos acosa, el
extesorero transcribiera con letra clara, puntiaguda y geométrica, un preciso
inventario de bienes, inmuebles y haberes de marca, cada cosa con su pareja.
Sus listas exhaustivas, esas que desmaquillan la cara B de nuestra democracia,
demuestran dos cosas que siempre he intuido: que la memoria está infravalorada
y que la caligrafía la carga el diablo. Ya lo dice un verso de Almudena Guzmán:
“Siempre se empieza por una lista”.
lunes, 4 de febrero de 2013
sábado, 2 de febrero de 2013
De imágenes, reflejos y reflexiones
Colaboran: Antonio de Murcia Conesa, Luis Bagué Quílez, María D. Martos Pérez, Susana Rodríguez Rosique, María Isabel Corbí Sáez, Julián López Medina, Luis Martín Estudillo y Pablo Rodríguez Balbontín.
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