jueves, 29 de mayo de 2014

Madurar era esto: CHATTERTON, de Elena Medel



Poeta prerromántico, falsificador apócrifo y suicida a la temprana edad de diecisiete años, la figura de Thomas Chatterton (Bristol, 1752-Londres, 1770) ha suscitado la morbosa atención de artistas, músicos y literatos. A Henry Wallis le correspondió el honor de inmortalizarlo en su lienzo La muerte de Chatterton, donde el cuerpo yacente del autor ocupaba el centro de una buhardilla atestada de objetos. Como Chatterton, la cordobesa Elena Medel (1985) ha tenido que sobrevivir a varios cambios de piel y ha padecido el sambenito de ser poeta joven en un gremio para el que la que la juventud supone más una gabela de escarnio que una cualidad envidiable. Sin embargo, a diferencia del impaciente inglés, Medel ha sabido desprenderse de las máscaras con las que se la ha querido identificar. Si tras la mitogénesis explosiva de Mi primer bikini (2002) latía una despedida y cierre de la adolescencia, el nudo versicular y la plétora salmódica de Tara (2006) anunciaban ya las primeras heridas de la juventud, a la vez que reivindicaban la pertenencia a una constelación femenina y a una genealogía mítica. Con Chatterton (2014), Premio “Loewe” a la Creación Joven, la autora da otra vuelta de tuerca a un universo reconocible, que en cada entrega va adquiriendo distintos matices. He aquí un libro profundamente romántico y rotundamente desencantado, a medio camino entre la llamarada utópica y la aceptación de una madurez con vistas al vacío.

            La primera sección, “Luna llena en la primera casa de la identidad”, presenta un tema con variaciones y nos abre las puertas de un entorno doméstico. La germinación, la enfermedad y la caída de unas hortensias plantadas en una maceta de plástico constituyen una alegoría sucesiva de los ciclos vitales y aportan el emblema de una convivencia con fecha de caducidad. El último poema de esta parte (“Jericó”) utiliza los intertextos bíblicos del profeta Jonás y de la caída de Jericó como correlato de una fractura sentimental: “Un piso de alquiler con dos habitaciones / es vientre de ballena. // Después de crecer / mi hogar lo levantaré sobre las ruinas”. En el siguiente apartado, “Nueva vida cotidiana”, la indagación intimista se enriquece con parábolas irónicas (“Expulsión de los mercaderes del templo”), oraciones profanas (“Una plegaria por las mujeres solteras”) y baladas tristes (“Canción de los adultos con responsabilidades”). Frente a la geografía interior de la primera parte, estos versos nos sitúan en la vorágine de un Madrid que parece hacer recuento de los cadáveres sembrados por Dámaso Alonso. Los fogonazos irracionalistas y las imágenes visionarias sirven de soporte al recorrido de un yo que transborda en metros y trenes de cercanías, se busca la vida ―sin hallarla― en medio de la crisis y contempla con incisiva distancia y un pellizco de compasión cuanto ocurre a su alrededor. De este modo, “el paisaje en tránsito con el que soñaron los estetas” se encarna en un paisanaje traspasado por la soledad. En la sección final, de rótulo casi aforístico (“Cuando me preguntan si escribo, respondo que ya no”), la autora disemina su identidad en varios alter ego plausibles o imposibles. Mientras que “Chatterton” se cierra con la promesa de fundir poesía y verdad, “Un cuervo en la ventana de Raymond Carver” constituye una elegía por la transitoriedad y una oda al vuelo de la imaginación. A su vez, “Poema de despedida a mi hermana” se pone bajo la advocación de Yeats, Celan y Szymborska (“Wislawa, por favor, reza / por ella”) para entonar una conmovedora letanía. La tensión entre la realidad común y la sublimación estética se escenifica en el texto final, “A Virginia, madre de dos hijos, compañera de primaria de la autora”. La voz lírica sella ahora el reconocimiento entre dos existencias que han discurrido por caminos opuestos, pero que coinciden en un mismo autobús y en una conclusión similar acerca del desengaño: “bang // yo he pensado en nosotras. // No sé si sabes a lo que me refiero. // Te estoy hablando del fracaso”.

            En suma, Elena Medel entrega en Chatterton una crónica del nomadismo contemporáneo y hace balance de las cicatrices de la edad. En este libro, la autora ha alcanzado a sintetizar los diversos registros de su producción: rotundo y sugerente, personal y transferible, reflexivo e introspectivo, aquí nada sobra y nada se echa en falta. Larga vida a Chatterton.




Publicado en el suplemento “Arte y Letras” del diario Información, el 29 de mayo de 2014

sábado, 10 de mayo de 2014

Ahora solo bebo té, de Andrés Catalán



En su segunda salida en solitario, Andrés Catalán (Salamanca, 1983) se perfila como una voz singular en la poesía española reciente. Entre la plasticidad de la imagen y la precisión de la palabra, Ahora solo bebo té (Premio “Emilio Prados”) despliega una galería en la que encontramos naturalezas muertas, trampantojos pop e incluso instalaciones audiovisuales. La alegoría de la taza de té que preside la primera parte funciona como pretexto para explicar el fracaso de la versión original en un mundo saturado de réplicas perfectas y copias compulsadas. Cuando la creación parece condenada a reproducir la “exactitud del simulacro”, la auténtica rebeldía consiste en dar fe del último resplandor de la materia: “Bebo té. La taza está vacía: / ruina de la bebida que antes era”. Las retracciones emotivas, las rectificaciones de sentido y el tono apodíctico del volumen entroncan con uno de los modelos confesos del escritor: Aníbal Núñez, al que remite el rótulo ‘No por hacerlo mal se ha roto el campo’. Sin embargo, el Aníbal Núñez que aquí influye más poderosamente no es el nigromante de Taller del hechicero, sino el poeta-pintor de Figura en un paisaje. De hecho, la sección central del libro de Catalán incluye varias écfrasis en las que se dan cita la observación fragmentaria y cierta sinuosidad irónica. Así se aprecia, por ejemplo, en ‘Contemplando un Vermeer’, una diatriba contra los corsés de la interpretación (“El azul es azul; el pañuelo, amarillo: / que con esto te baste, / que no alcance el poema a desnudarte nada”), o en ‘Peeping tom’, un elogio de la amante suicida de Modigliani a cien años y dos metros de distancia. El apartado final, una retrospectiva dedicada a Antonio López, revela la traducción simultánea de la mirada al lenguaje. A la vez arte poética y poética del arte, Ahora solo bebo té es un libro sugerente y hermoso, que ofrece mucho y promete todavía más.


 


Publicado en el suplemento "Babelia" del diario El País, el 10 de mayo de 2014