viernes, 11 de febrero de 2011

Eastwood y yo

Salvo excepciones (Sin perdón o Un mundo perfecto), sus películas y yo no congeniamos demasiado bien. Ni las pasiones turbulentas, ni los abismos emocionales, ni los dilemas éticos que traslada a la pantalla suelen conducirme a otro estado que al de la asepsia sentimental y el ocasional sopor. No sabía cuál era la razón, pero viendo la espeluznante Más allá de la vida hallé la clave: Charles Dickens. La culpa es de Charles Dickens, al que idolatra el personaje-médium que encarna Matt Damon como buenamente puede y dios le da a entender. Sí, Eastwood me recuerda al pelmazo del Fantasma de las Navidades Pasadas, lo que revela que debo de estar convirtiéndome en la protoversión misántropa del señor Scrooge. En un momento de descanso entre tanta confesión de ultratumba, el atormentado Damon opone dos modelos estéticos: Dickens y Shakespeare. Y opta por el primero. Cada cual tiene derecho a elegir sus propias perversiones, pero apuesto a que Oliver Twist no le gana un asalto a Hamlet. Por no hablar de David Copperfield y lady Macbeth. Mientras tanto, me quedo con Scorsese.

5 comentarios:

  1. Si, ya en su poesía se ve que usted no padece ni de pasiones ni de emociones. No extraña que no le gusten las películas de Eastwood.

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  2. Gracias, Banús, y bienvenido. Anónimo, está usted en lo cierto: ni siento ni padezco. Menos mal...

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  3. No, si ya se ve. Por cierto, ¿qué es lo que entiende por "pasiones turbulentas"? ¿Cuándo es una pasión turbulenta, o turbirrápida? En fin, que esa retórica tranquila a lo garcíamontero está ya muy vista, va siendo hora de evolucionar, ¿no cree? aunque por otra parte, si así le va bien...

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  4. Tampoco me extraña, por cierto que los "dilemas éticos" le conduzcan al sopor, para gente como usted esas cosas no existen, sobre todo a la hora de presentarse a premios amañados de antemano con sus amigos... Qué engorro la ética en esos casos, ¿verdad?

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