martes, 18 de enero de 2011

Hombre y gato (ensayo o microrrelato)


Hace días que lo voy (y vengo) observando. No hay nada de particular en su apariencia: cualquiera lo confundiría con otro jubilado británico ex cosmopolita y ahora vagamente aburrido. Tampoco su atuendo ofrece detalles significativos: chaqueta de color azul marino, vaqueros desgastados, gafas con montura de carey (o no) y la habitual prosopografía que uno suele hallar en una descripción realista. Lo peculiar es su ocupación, a la que supongo que dedica la mañana entera, pues siempre me lo encuentro cuando voy a comprar el pan y el periódico, pero, teniendo en cuenta que mi cronología matutina es un tanto guadianesca, he descartado la hipótesis de la coincidencia horaria. Junto a un solar en permanente construcción, el hombre abre con maña envidiable latas de atún en escabeche o de sardinas en su tinta —de las que previamente escurre un líquido aceitoso de origen vegetal—, y vierte cuidadosamente su contenido en tres o cuatro boles dispuestos a lo largo de la acera (no sé de dónde salen los recipientes, pero cuando vuelvo a casa siguen allí, como el dinosaurio de Monterroso). Poco a poco, van llegando los comensales: pardos, negros o a rayas, con tendencia a la obesidad mórbida y francamente famélicos, cojitrancos y decadentes, dandies y bohemios, con las guías alborotadas o los bigotes hirsutos como un mariscal alemán. Los gatos comunes, abandonados y mendicantes, se convierten cada mañana en gatos príncipes bajo la atenta vigilancia del hombre. Son reyes por un día. Y el hombre contempla el festín de la comunidad gatuna con esa mezcla de orgullo y arrobo místico con la que a los abuelos les gusta ver comer a sus nietos, a rebañar el plato y sin dejarse nada. Últimamente he alterado mi ruta: me parapeto tras el contenedor de vidrio para ver sin ser visto, y finjo leer la sección de “Moda y tendencias” mientras paso al lado del neoplatónico banquete. Sin embargo, hay una idea que ha empezado a inquietarme: ¿qué ocurre si un día no aparece por allí el hombre que ronronea a los gatos? ¿A quién le legará su particular oficio? Sí, ya sé lo que están pensando, pero es demasiada responsabilidad, y soy alérgico al pelo (de gato).

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