Leo Mirlo y lobo, de Henri Cole, publicado por la editorial santanderina Quálea, cuya colección de poesía dirigen Carlos Alcorta y Rafael Fombellida. Para los poetaheridos del orbe —que no parecen ser tan pocos como parecen— resulta loable el empeño de la editorial por publicar a autores consolidados fuera de nuestras fronteras, pero inéditos o casi éditos a este lado del Rubicón. Después de El accidente, del portugués Gomes Miranda, no he dejado pasar la oportunidad de hincarle el ojo al libro de Cole, que propone otra vuelta de tuerca a los tópicos eternos y a los cambios de piel de esa entelequia mutante apellidada “sujeto autobiográfico”. Para muestra baste “Cumpleaños”, adscrito a un subgénero (el poema de aniversario) que siempre me ha provocado una simpatía inmediata. Sí, algunos poetas serán eternos, pero todos rinden cuentas al calendario:
Cuando era niño, llamábamos castigo
a estar encerrados en un cuarto. La aparente
abdicación de Dios de los temas mundanos
parecía imperdonable. Esta mañana,
mientras subo los cinco pisos hasta mi apartamento,
recuerdo la voz de mi padre
envuelta en ansiedad y amor. Como siempre,
la posibilidad de un hogar —a lo sumo un sueño—
permanece ilusoria. Por eso leo a Platón, para quien el amor
no ha sido profanado. Me tumbo en la alfombra,
como un gusano compostando, y comprendo cosas
sobre las que no tengo ningún conocimiento empírico.
Aunque la puerta esté cerrada, soy libre.
Como un mapa obsoleto, mis fronteras están cambiando.
(Traducción de Eduardo López Truco)
Interesante Cole. Este poema me recuerda eso que le decía Berlin a Ajmátova de que sólo el pasado tiene significación para los poetas, ante todo la infancia. Los poemas de aniversario son poemas del pasado, o tal vez no. En cualquier caso, interesante Cole.
ResponderEliminar