Porción del enemigo, de Enrique Falcón
(Valencia, 1968), constituye el último eslabón de la Trilogía de las
Sombras, un ciclo integrado también por Amonal (2005) y Taberna roja
(2008). En este proyecto, que ha crecido en paralelo al “libro de libros” La marcha de
150.000.000, la voz coral se fragmenta en ecos, esquirlas o porciones de un
mundo fracturado. Con todo, el compromiso ideológico y la actitud de
resistencia se sustentan en unos modelos comunes: la poesía impura de Neruda,
los versos humanos de César Vallejo y la invocación profética de León Felipe,
pero también el torrente cordial de Walt Whitman o la indignación cívica de
Kenneth Rexroth. Estas redes literarias funcionan como las conexiones
neuronales de una escritura que traza sus fronteras en un espacio híbrido, a
medio camino entre la crónica prosaica y el lirismo trémulo, la gramática de
urgencia y el parpadeo de la web, la plegaria expansiva y la consigna precisa.
Falcón despliega una estructura textual donde las composiciones dialogan entre
sí o funcionan como piezas de un puzle en construcción. La apropiación y el
collage convierten al libro en una máquina generadora de sentidos, no muy lejos
del cadáver exquisito o del ready made. En
estas páginas encontramos noticias periodísticas, eslóganes fulminantes o
cuestionarios laborales que el autor reproduce con aparente afán objetivista.
En otras ocasiones, su intervención resulta explícita: así ocurre en la glosa
irónica del ‘Salmo 23’ (“El señor es mi pastor, nada me falta. / Por senderos
tranquilos me conduce a la oficina”), o en ‘Rating2.doc’, que se sirve de la
técnica del archivo electrónico encontrado. Frente a un sistema social
caracterizado por la omisión significativa ―como expone gráficamente el ‘Poema
con agujero’ que abre un hueco en medio de la estrofa―, Porción del enemigo
eleva un aullido existencial cargado de imágenes expresionistas y metáforas
tentaculares. La denuncia de la explotación económica, el lamento ante la
violencia fratricida o la revisión del tema de España conducen a una ética y
una estética de la insubordinación. “A dos metros del apocalipsis”, la palabra
inflamable de Falcón no solo logra evitar casi siempre la combustión
espontánea, sino que alumbra una poética que vive en permanente estado de
excepción.
Publicado en el suplemento "Babelia" del diario El País, el 1 de junio de 2013
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