viernes, 27 de mayo de 2011

A ritmo de aforismo: Erika Martínez

Siempre pensé que los temperamentos silogísticos éramos poco permeables a la efímera poesía del aforismo, ese verso retorcido y un tanto suspicaz que reparte verdades como flashes, que cristaliza imágenes como mosquitos en ámbar o que nos instila el veneno de la duda en dosis homeopáticas. Eso creía yo. Ahora, después de volver al redil del atómico microgénero, reconozco mi error y canto la palinodia con voz de tenor y do de pecho. La excusatio non petita viene a cuento de Lenguaraz (Valencia, Pre-Textos, 2011), de Erika Martínez, un libro francamente deslenguado —pese a su título— que acierta a pronunciar las palabras que siempre se nos quedan en la punta de la lengua. Puesto que analizar un libro de aforismos es tan ocioso y redundante como explicarle a un esquimal la técnica (literaria) del iceberg, me limitaré a reproducir cuatro pensamientos concentrados y concéntricos. El resto lo tienen en la librería de la esquina. No sé a qué esperan.


Atravesar un desierto es un ejercicio espiritual, subir una cumbre un ejercicio pasional, perderse en un bosque un ejercicio de introspección.
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Con el paso de los años, el calcetín izquierdo y el derecho dejan de parecerse.
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Los poetas dan mucha importancia a la poesía, los médicos a la medicina, los aforistas a su nariz.
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Todo aforismo exige su refutación.

1 comentario:

  1. Buenas tardes, amigo.

    Me parecio una genialidad el aforismo de los calcetines, sencillo y elocuente.

    Un saludo y no dejes de escribir.

    Rubén M.C

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