Se le atribuye a Napoleón o a Samuel Johnson una estupenda
lítote en forma de sentencia (o acaso sea al revés) que asegura que “la música
es el menos desagradable de los ruidos”. Reconozco que dediqué algunas horas de
mi adolescencia a desafinar con delicuescencia un piano, mientras la sufrida
profesora hacía sutiles precisiones semánticas entre ‘oído’ y ‘oreja’. No
obstante, he crecido musicalmente con la convicción de que antes de la Velvet
Underground esto era un erial. Pondré algunos ejemplos. Cuando vi Amadeus, me sentí identificado con
Salieri. Con Debussy entiendo la reacción del fauno. Vivaldi me exaspera. A
Beethoven le sobra falacia patética. El bolero de Ravel me recuerda a Bo Derek
y a un anuncio de electrodomésticos. Y si escucho a Wagner me dan ganas, como a
Woody Allen, de invadir Polonia. Asumiendo que mi canon melómano se sitúa a
medio camino entre el punk tardío y el noise vocacional, a menudo me dejo
llevar por las preferencias de mi oído dodecafónico. Así que el sábado pasado
disfruté como un enano (¿en qué contexto disfrutarán los enanos?) por las
verdes praderas del Low Cost Festival. Si Longino definía la techné de lo sublime
como una desmesurada mesura, puedo afirmar que dispuse mi ánimo con pareja
inclinación a la acordada mesura de Fanfarlo y a los desmesurados acordes de
Placebo. ¿Quién puede resistirse a corear un estribillo desconocido, a inventarse
letras en inglés y a levantar la mano sin ritmo ni concierto? Si a ese placer
pulsional le añadimos un juego de luces estroboscópicas, un batería similar a
La Cosa de los 4 Fantásticos, una
violinista en el tejado de la epifanía guitarrera y un Brian Molko perorando
con desenvoltura en la lengua de Cervantes, el resultado es una elevación
espiritual a la altura de los dioses, para no desmentir al tratadista de lo
sublime. No negaré que Bach tiene su aquel, pero habría salido reforzado con
una rock band.
Placebo con violín, cosas veredes. La verdad es que a partir del Meds, y sobre todo después del bajón del Battle for the sun, dejé de escucharlos. Pero imagino que ahí seguirá la voz afilada de Molko, los coros de Olsdal... y la nostalgia por tantos himnos en lo mejor del alma alojados. Tal vez te guste este inédito:
ResponderEliminarREPARACIÓN
The Jayhawks, Sigur Rós, Low, Trentemöller,
Massive Attack, Slowdive, Paul Kalkbrenner,
Yo La Tengo, Interpol, Jeniferever,
Mojave 3, Eels, Kraftwerk, Erlend Øye,
Depeche Mode, Crystal Castles, Radiohead,
Blonde Redhead, Piano Magic, Maga,
Max Richter,Junior Boys, Air, Röyksopp, [Apparat,
Van Morrison, Daft Punk, The Radio Dept.
Sois de la amistad pábulo, el pan mío
de cada día, reliquia de amores,
la razón entusiasta de mis noches,
parapeto del alma contra el frío.
Más que a Schubert os debo, más que a [Mozart,
Everything but the girl, Placebo, Dorian...
SERGIO FERNÁNDEZ SALVADOR
Hola, Sergio:
ResponderEliminarInteresante reflexión y muy interesante poema, ¡con rimas casi heroicas!
Saludos.