El
subtítulo de Fracasar mejor (“Fragmentos,
interrogantes, notas, protopoemas y reflexiones”) ilustra el carácter
heterogéneo de este volumen y la vocación heterodoxa de su autor. Jorge
Riechmann (1962) reúne aquí varias consideraciones sobre una sociedad
fracturada, que necesita cuidados paliativos y terapias de choque. El pellizco
mental del aforismo coexiste con la razón dialéctica del silogismo, al tiempo
que los intertextos ajenos se engarzan naturalmente en la propia cadena
discursiva. En estas páginas, Riechmann reivindica la escritura como un servicio
público donde cabe todo, desde la lírica volandera del haiku hasta la mundanal
prosa de los porcentajes bursátiles. La denuncia de una realidad sucedánea se
confabula con un afán indagatorio que desconfía de los credos maniqueos, modera
las euforias relativistas y se vacuna contra los sarpullidos apocalípticos. Frente
a un sistema biocida y una cultura
autoinmune, este libro postula un humanismo trágico, capaz de reinterpretar el
mitologema de Prometeo y de dignificar el fenomenal batacazo de Ícaro: “No se
trata de ascender sino de aprender a caer, caer con arte y esmero. En suma,
fracasar mejor”. A lo largo de este compendio de filosofía sostenible destacan
las anotaciones que aluden a los brotes verdes de una naturaleza tan maltratada
por la especulación urbanística como por las gabelas del turismo ecológico. Asimismo,
el autor se arriesga a dar una nueva vuelta de tuerca a viejos dilemas, como
los sempiternos debates sobre la función del artista o la utilidad de la
poesía: “Entonces ¿la poesía no sirve para nada? Amiga flautista, amigo cantor:
tú sabrás”. Sin temor a alzar la voz ni a constatar lo obvio, Riechmann dirige
sus palabras recias a los oídos sordos de una tecnocracia que ha decidido
transgredir “los límites biofísicos del planeta”, hipotecar la convivencia y
poner el futuro entre signos de interrogación. Más cerca del pesimismo de la
inteligencia que del optimismo de la voluntad, Fracasar mejor nos recuerda que la lírica representa lo contrario
del marketing, o que “la socialidad es a Facebook lo que la felicidad a la
Coca-Cola”.
Por su parte, Ahí es nada recopila materiales procedentes de diversos diarios de
trabajo, desde Una morada en el aire
(2003) hasta el inédito La pluma del
arrendajo, además de paratextos que han acompañando a algunos de los
poemarios del autor. El hilo conductor del ensayo es la formulación de una
“poética del ahí”, entendida como un
modo de estar en el mundo y de fortalecer los vínculos solidarios entre los
inquilinos de nuestro planeta. El adverbio ahí
no solo sintetiza los valores de una ética portátil, sino que señala un lugar
de encuentro entre el yo y los otros, entre el compromiso con lo inmediato y la
“fabulosa intensidad de la vida común”. La fusión de poesía y verdad, la
defensa de la belleza cotidiana o la tensión entre el desaliento y la esperanza
son otras de las acepciones que concurren en ese ahí admonitorio: “Tarea del intelectual: no mirar hacia otro lado. O sea, mirar ahí”. La última parte del libro está protagonizada por otro
adverbio: no. La fuerza
revolucionaria de “la sílaba del no”
―según expresión de Juan Carlos Rodríguez― condensa la insubordinación ante el
orden establecido y el conocimiento de los propios límites: “Sé que soy de los
que buscan, no de los que logran”. En el impulso de esa búsqueda, Jorge
Riechmann está construyendo uno de los proyectos más sólidos y coherentes de la
actual poesía española.
Publicado en el suplemento "Babelia" del diario El País, el 16 de agosto de 2014