André Malraux
habló de un museo imaginario en el que la presencia material del arte se
sustituiría por la evocación de una serie de “momentos de arte”. Según esta
premisa, la solidez de las obras se disolvería en la arquitectura efímera de la
memoria. Una propuesta similar a la de ese utópico museo sin paredes es la que
desarrolla Antonio Gracia en su último libro de poemas. Lejos de toda furia (Devenir, 2015) es, al mismo tiempo, una
galería de palabras y un viaje por la pinacoteca mental del autor. Si en Hijos de Homero (2010) el escritor había
convertido la historia de la literatura en una intrahistoria del proceso
creativo, ahora la historia del arte funciona como el correlato objetivo de una
emoción serena. Como señala Ángel Luis Luján Atienza en su esclarecedora
introducción, ya el título del libro ilustra la tonalidad que predomina en sus
páginas y constata “la renuncia del tan traído y llevado ‘furor poético’”.
A lo largo de las cuatro secciones
en las que se divide el poemario, la aleación entre el himno y la elegía se
desplaza a la encrucijada entre la mirada y la reflexión. La primera parte,
“Del arte redentor”, agavilla un conjunto de écfrasis en las que la descripción
de lienzos y monumentos importa menos que el corolario que puede extraerse de
dicha contemplación: el placer de las ruinas, el exorcismo del tiempo, la
muerte de los dioses o la pregunta acerca del sentido de la existencia. Los
nombres convocados en esta colección permanente ―Rembrandt, Van Gogh, El Bosco,
Chagall o Delacroix, entre otros― no solo aportan un denso retablo iconográfico,
sino que le permiten a Antonio Gracia desplegar algunas de sus imágenes más
poderosas: la Ronda nocturna de
Rembrandt es un “daguerrotipo alzado sobre la
claridad”; la Ofelia de Millais intuye que “el mundo tiene forma de un ataúd
errante”, y la catedral de Rouen emerge para Monet “como un álamo altivo
alanceando el cielo”, de manera análoga al ciprés de Silos levantado por
Gerardo Diego. Además, estas viñetas se troquelan sobre la
experiencia psíquica del pasajero en el museo, en cuyo itinerario se confunden
la ficción de eternidad que proporciona el arte y la conciencia de la
transitoriedad vital.
La segunda sección (“De amore”) se aproxima
a la pulsión erótica a través de la representación del “eterno femenino”. La
maja ―preferentemente desnuda― de Goya, la Dama de Elche, la Gioconda y hasta
la Santa Teresa de Bernini son algunas de las musas sucesivas del mismo artista.
“Enamoras a quienes te contemplan”, le dice el poeta a la sonrisa más enigmática
de la pintura. Pero a veces también la carne es triste, como se advierte en los
versos finales de “La simpasión”, dedicado a Los amantes de Magritte: “Con
qué clarividencia vimos luego / todo cuanto antes era un laberinto”.
El
título de “Bagatelas” preside la tercera sección, en la que el retrato plástico
polemiza con el retrato lírico de músicos y escritores: así sucede con las
semblanzas consagradas a Shakespeare, Beethoven, Lope de Vega o Cervantes. Esta
última culmina con un rotundo epifonema (“Quien no sueña con mejorar el mundo /
merece su desprecio”) que se erige en una admirable divisa estética.
Por
último, “Sobre las sombras” ofrece un estudio de la melancolía a partir de
cuadros de El Greco, Klimt, Hopper, Turner y Friedrich. Aunque el autor
desciende al inframundo de la memoria y se entrega a un turbión visionario, al
final del trayecto no aguarda la resignación, sino la rebeldía de un gesto subversivo:
“Porque sabes que el mundo ya no espera / de ti sino tu muerte, dale vida”.
La poesía de Antonio Gracia respira
más intensamente en la clausura del marco que en el campo abierto de la
realidad. Arrojado a la intemperie del mundo, el autor se adhiere a un ideario
de ecos quevedescos: “vive / como si hubieras muerto / y seguirás muriendo
felizmente”. En definitiva, el tema en torno al que se estructura toda la obra
de Gracia ―la batalla entre el ansia de perduración y la sombra de la
caducidad― se reformula con singular acierto en un libro que recorre la distancia
de lo pintado a lo vivo.
Publicado en el suplemento “Arte y Letras” del diario Información, el 24 de junio de 2015