Por una vez, todos estamos de acuerdo: queremos carbón. Lo
reclaman quienes forman parte de una marea negra con alma blanca (aunque algunos
griten “arma” en vez de leer “alma”). Se lo “piden” los políticos para administrárselo, en dosis homeopáticas, a la afición en general. Y
el resto del mundo se lo entregaría encantado, en dosis letales, a los políticos.
Los Reyes Magos, como de costumbre, se encogen de hombros.
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