Con Climax Road, Vanesa Pérez-Sauquillo
regresa a un territorio que conoce bien: el del libro unitario y polifónico,
filtrado por una densa bruma simbolista, pronunciado por un caleidoscopio de
voces y surcado por sorprendentes bucles irónicos, narrativos o descriptivos.
De este modo, la autora vuelve a recorrer una senda que ya transitó en Invención de gato, una de sus entregas
más insólitas y originales.
Climax Road aporta nuevas
coordenadas al universo de Pérez-Sauquillo. El libro se abre con un
poema-prólogo que muestra la levedad de lo real mediante el símbolo equitativo de
la balanza. Tras esa presentación, el primer apartado (“Farmington”) introduce al
lector en una cartografía deliberadamente ambigua. Aunque el citado topónimo
puede hacer alusión a varios espacios existentes, el Farmington literario es un
lugar edénico y mitificado, a medio camino entre el Brigadoon cinematográfico y las fugas bucólicas que jalonaban el
periplo urbano de Poeta en Nueva York (“Tu
infancia en Menton” o los poemas del campo de Newburg). No en vano, la
iconografía lorquiana reaparece aquí con una intensidad imaginativa modulada
por la voz singular de la escritora.
La segunda sección, “Niño de hierba”, está protagonizada por una criatura
frágil y misteriosa: el “joven de dulce tallo” que actúa como metáfora
germinativa, alegoría de la primavera o imagen primigenia del ser humano antes
de su extrañamiento de la naturaleza. En este horizonte eglógico, el “niño de
hierba” se erige en el numen protector que aspira a invertir un ciclo
discursivo caracterizado por la alternancia entre creación y destrucción: “Te
llamo y una tiza define los contornos, / constelación que viene a mí / que me
deshago / como un banco de peces / a tu encuentro”.
En la tercera parte, “Siete caravanas de insomnio”, la autora propone un tour por los siete pecados capitales, a
lomos de los cuatro caballos del Apocalipsis. El paisaje humanizado acoge ahora
a un paisanaje diverso, movido por los engranajes del deseo y por el motor de
la culpa. Los personajes que colonizan la geografía poética son individuos
desamparados que desean pactar con la vida y que cabalgan hacia la muerte. De
hecho, los nombres de esos personajes remiten a la epopeya beat que Jack Kerouac cantó en las páginas de En la carretera, y que Allen Ginsberg transformó en el lirisimo,
trémulo y expresionista, de Aullido.
Así, en estos versos confluyen la ávida sensualidad de Crazy Jane, la indómita
lujuria de Kurt, la irascible soledad de Liz, la soberbia belleza de Valerie,
la insípida gula de Tom, la pereza endémica de Ed y el envidioso fingimiento de
Maddie. A través de esas identidades fragmentarias, Vanesa Pérez-Sauquillo
condensa las transacciones afectivas y las pasiones mecánicas que gobiernan la
sociedad contemporánea.
La posibilidad de una lectura crítica de Climax Road se evidencia en la última sección: “La encrucijada”. La
huella de la inmigración y la tragedia del desarraigo se escenifican en el
nomadismo de los vendedores ambulantes expulsados de Farmington. La luminosa
fábula del libro se tiñe entonces de imágenes sombrías, carromatos oscuros y
refugios vacíos. Las avenidas de Climax Road se convierten en un bosque “al
rojo vivo”, atravesado por los raíles que guían los derroteros del presente.
Como si se tratara de una apretada écfrasis de la Casa junto a las vías del tren diseñada por Edward Hopper, la escritora
construye una arquitectura efímera, rendida al discreto encanto de las ruinas.
Las resonancias proféticas del texto conducen a la definitiva separación de
Farmington. En este éxodo, el despojamiento se contempla como la única respuesta
moral, “bajo mi caravana de pies fríos / y alegría de verano”.
En suma, Climax Road constituye un apasionante viaje a la semilla, relatado
con envidiable pulso verbal por Pérez-Sauquillo. Los espectros que pueblan
Farmington, como los dormidos
habitantes de Comala o los epitafios parlantes de Spoon River, sueñan con un
paraíso a medio hacer. Médium o transcriptora de sus inquietudes,
Pérez-Sauquillo sabe que “el interior es ya mundo exterior”. Atrévanse a dar
una vuelta por Climax Road.
(Publicado en el suplemento “Arte y Letras” del diario Información, el 31 de mayo de 2012)
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