La retrospectiva dedicada a Edward
Hopper en el Museo Thyssen ha favorecido diversas especulaciones sobre la
conexión entre los cuadros del pintor y las secuencias narrativas o los
fotogramas que jalonan la iconografía del siglo XX. Parece que Hopper
encontraba un perverso placer en las peripecias gangsteriles de serie B, aunque
también realizó puntuales concesiones a la heterodoxia de la nouvelle vague: Al final de la escapada fue una de las últimas películas hacia las
que expresó su admiración. No obstante, se ha escrito relativamente poco acerca
de las relaciones entre Hopper y la poesía. En 1963, el crítico de arte Brian
O’Doherty le preguntó sobre sus poemas preferidos. Hopper respondió que le
gustaban un par de piezas de Robert Frost (“Stopping by Woods on a Snowy
Evening” y “Come in”), una de Goethe (“Canto nocturno del caminante”) y “algo
hermoso de Verlaine sobre la tarde”. En esa entrevista, Hopper se atrevió
incluso a traducir al inglés la canción de Goethe, a la que definió como un
extraordinario cuadro visual. A partir de esa microantología podemos imaginar a
un Hopper rendido ante la vastedad orgánica de una naturaleza en la que
únicamente se escucha la poesía muda de la descomposición. Esa luz crepuscular
se proyecta en las arboledas perdidas de Cape Cod, en las carreteras
secundarias que desembocan en una vía muerta y en esa casa junto a los raíles
del tren en la que solo echamos de menos la escena de la ducha protagonizada
por Janet Leigh.
Es
difícil precisar hasta qué punto Hopper conocía o apreciaba la poesía
contemporánea. Sin embargo, la poesía contemporánea conoce y aprecia a Hopper.
Eso sí, se trata en general de otro
Hopper: el pintor de la vida moderna que se infiltra en el tráfico cotidiano,
viaja de incógnito por las cafeterías de la ciudad y se aloja en hoteles con
ventanas tan altas como los versos de Larkin. Casi todos los escritores que se
han acercado a su obra coinciden en la “poesía latente” (John Ashbery) o en la
“poesía elusiva” (Mark Strand) que subyace en sus óleos. Un buen ejemplo es el
archiconocido Nighthawks [Aves nocturnas], cuya popularidad ha
trascendido los límites del lienzo para instalarse en los compartimentos de la
memoria colectiva. Si Gottfried Helnwein soñó con ponerles rostros populares
(Bogart y Monroe, Elvis y James Dean) a los actores anónimos de la función, un
póster de Los Simpson inmortaliza a
los personajes de la serie en el interior de un Yummy’s Donuts sospechosamente
similar al Phillies de Hopper. El drama que se escenifica en la cafetería de Nighthawks proporciona material para
varios tratados sobre la incomunicación y para un par de apólogos sobre la
soledad. Con todo, me parece que ambos conceptos están sobrevalorados. En
Hopper no importa tanto la soledad como la espera, la inminencia de algo que
está a punto de suceder y que ocurrirá en el momento exacto en el que dejemos
de contemplar la imagen. Tal vez por eso las mejores écfrasis hopperianas no
son las que pretenden rellenar ese vacío con una anécdota, sino las que se
resignan a acepar la elipsis, la inevitable sustracción del argumento. Las
adaptaciones líricas de Aves nocturnas
se pueden leer en catalán (“Nighthawks,
1942”, de Ernest Farrés), en portugués (“Phillies”, de Joaquim Manuel
Magalhães) y en alemán (“Nighthawks”,
de Wolf Wondrastschek). En el volumen The
Poetry of Solitude. A Tribute to Edward Hopper, editado por Gail Levin,
cinco poetas norteamericanos se asoman al escaparate humano agremiado bajo el
rótulo de Phillies. Para no desmerecer en osadía, ahí va mi traducción libre de
la última estrofa del texto firmado por David Ray: “He aquí un hombre atrapado
en la medianoche. / Buscó el mostrador más tranquilo del mundo / Y lo encontró
en la calle casi vacía, / Lejos de todo lo que había dicho. / Ahora ha
alcanzado el silencio sobre el que tanto le habían insistido. / Ni una ardilla,
ni un abedul otoñal, / Ni un perro a su lado: nada se mueve para ayudarlo. /
Tratará de mantener a raya su dolor. / Su pulgar sostiene una taza de café”.
(Publicado en el suplemento “Arte y Letras” del diario Información, el 30 de agosto de 2012)
De lo verso y adverso por el reverso.
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