martes, 8 de noviembre de 2011

Retórica

Aturdidos por la bancarrota helena, apenas hemos reparado en la noticia volandera que remite al hallazgo, en las inmediaciones del mismísimo Partenón, de la magna obra del griego tardío Filócrates, hasta ahora conocido únicamente por su faceta de grabador de cenotafios y recaudador de impuestos. En Trending topics in RhetoricaE (o Rhetorica ad Hispaliensium 2.0), el autor describe con precisión forense las características que han de ornar al buen orador, del que tantos y tan probados ejemplos abundan en nuestra geografía. Después de asistir a animados debates donde dos individuos peroraban ante el mudo asombro de la concurrencia, Filócrates se atrevió a bosquejar las operaciones retóricas que desplegaban aquellos irrepetibles kandidatiké:
1) Inventio. El orador debe elegir un tema manido y glosarlo de diverso modo y manera, a poder ser con profusión de datos estadísticos sumamente confusos. Se recomienda introducir las oraciones con fórmulas del tipo Habeo planus, planus habeo [Tengo un plan, un plan tengo], Intuitio incipiens [Menuda intución], Ocurrentia ad rasurare [Se me ha ocurrido mientras me afeitaba], etc. Es de crucial relevancia no dar nueva información ni ensayar temas no pactados, lo que redundaría en un feo defecto de improvisatio.
2) Dispositio. El discurso ha de estructurarse ad bonum Deo, es decir, sin que se note demasiado la organización. Para ello, el orador dispone de un Idearium programaticus al que puede (pero no debe) acudir, pues si lo hiciera se atenuarían los metafóricos efectos elocutivos a los que se aludirá a continuación. En el caso de que el orador se hallara perdido (situación pulpus in privato aparcamento), puede reforzar sus afirmaciones con manuscritos, tablillas, inscripciones y lápidas funerarias a las que conviene mirar de reojo.
3) Elocutio. Constituye, sin duda, la parte más divertida de la Retórica. Aquí, el orador dispone de libertad ortotipográfica para inventarse palabras (neologicae mores), cometer queísmos y dequeísmos (dequeitequetias), incurrir en leísmos y laísmos inadmisibles (leilailibertas) y otros recursos. También es recomendable la utilización de comparaciones didácticas como cuerpo social-organismo maltrecho o ciudadano-infante.
4) Memoria. El orador no debe poseer ninguna capacidad mnemotécnica. Es preferible que no recuerde nada nunca (efectus amnesiae).
5) Actio. La profusa gesticulación puede acompañarse de sibilancia extrema, giro ocular o tic nervioso. Por lo que respecta a la realización efectiva de lo dicho, nada mejor que seguir el clásico Quis Deus dat, San Pedro bendigat.

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