Hoy el cielo es generosamente azul —aunque llueva en media España— y el infierno intensamente rojo. El purgatorio nuestro de cada día, como siempre, de un gris marengo tirando a negro tizón. Como no hay asunto más aburrido que la crónica de una victoria anunciada, ayer me entretuve en descubrir el código cifrado en las canciones que quebraban los cristales de las farolas genovesas y atronaban los tímpanos de los locutores. No creo oportuno discutir la selección musical, como hizo algún tertuliano airadamente melómano, pues la labor del Dj en este asunto era, a mi entender, parangonable a la del rapsoda clásico: es decir, el pinchadiscos actuaba como intérprete del aedo inspirado y como transmisor simultáneo de su mensaje al resto de los mortales. De mi ejercicio criptomelódico saqué en claro lo siguiente: 1) que nos van a subir la bilurribina cuando miremos a quien no nos mira (Juan Luis Guerra); 2) que, llegada la única justa de las batallas, no duele el golpe ni existe el miedo (Shakira); 3) que Maria Caipirinha de Bahía bailará la samba y moverá “o pandeiro” al ritmo bursátil (Carlinhos Brown); 4) que esto es África (Shakira), pero que viva España (popular), y 5) que, a estas alturas, solo nos queda una certeza: los sábados por la noche, nena, serás mía (Whigfield).
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