martes, 10 de enero de 2012

Casi una experiencia religiosa

Un templo del saber. Con eso debió de soñar el patricio que promovió la ascética arquitectura de la Universidad de Stanford. Pero como el hombre solo dispone, y el tiempo es un pésimo gestor de las disposiciones ajenas, hoy el campus se diría más bien el delirio Foster Kane de un político valenciano: un Xanadú de puro cartón piedra y románico de pacotilla escoltado por algunas esculturas de Rodin (estas, sí, del mismísimo y reflexivo Auguste). Los cantos rodados de gomaespuma (o neopreno o poliuretano), las estatuas rodinescas y las zonas ajardinadas por las que retozan ardillas y estudiantes generan un panorama harto heterogéneo, polícromo y giratorio. Pero hoy quería centrarme en la Memorial Church, de un estilo Taüll vintage, para que me entiendan los políticos valencianos y los diseñadores de interiores. La Memorial es el epicentro, el ojo omnímodo, la aguja catedralicia que señala el norte en la brújula del campus. Así que allí fuimos, con el ánimo contrito y proclives al recogimiento espiritual. En la puerta, un individuo avisaba de algo a los transeúntes, así que nos avisó de algo. Por las gafas de montura de carey y la prolija gesticulación, extraña en estos lares, descarté que se tratara de un pastor luterano. Dijo, con acento cantarín, que en el interior de la iglesia se estaban celebrando pruebas de sonido. Como mi oído aún no se ha aclimatado a ciertas expresiones, pensé que tal vez se trataría un ensayo del coro universitario o de una misa de difuntos, con su lúgubre gorigori. Pero no. Eran, exactamente, pruebas de sonido. El párroco-profesor miraba al monaguillo-doctorando, el monaguillo-doctorando presionaba una tecla de su portátil, y una burbujeante catarata de sonido achampañado se expandía por las alturas celestes. Al poco, se repetía la operación con el mismo sonido vibrátil y sibilante. Los visitantes del templo no nos atrevíamos a respirar. Cuando la performance se repitió por tercera, cuarta, quinta vez, los ánimos se fueron relajando. Y allí los dejamos, ensayando sus pruebas de sonido. Es lo más parecido a una experiencia mística que he tenido jamás.

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