En el capítulo
central de Los detectives salvajes,
Roberto Bolaño ponía en boca del personaje peruano Roberto Rosas una reflexión
fechada en 1977: “En nuestra buhardilla había unos doce cuartos. Ocho de ellos
estaban ocupados por latinoamericanos, un chileno […], una pareja de argentinos
[…], y el resto éramos peruanos, todos poetas, todos peleados entre nosotros. /
Con no poco orgullo llamábamos a nuestra buhardilla la Comuna de Passy o Pueblo
Joven Passy”. De esas superpobladas e hiperbólicas buhardillas me hablaba
anoche el poeta peruano Elqui Burgos (Cajamarca, 1946), habitante por entonces de
una chambre de bonne que bien pudiera
ser esa colmena en la rue de Passy a la que se refería Bolaño. Elqui Burgos
llegó a un París que todavía era una postal del cielo de París, y allí decidió
instalarse provisionalmente hasta hacer de la transitoriedad una forma de
permanencia. En sus libros de poemas, los dos primeros reunidos ―con algunos
inéditos― en El Cristo de Elqui
(2003), no aparecen las buhardillas de París, aunque sí un personaje con alma
de clochard y andares baudelerianos
que mira a su alrededor con insolente perplejidad y áspera elocuencia. Su
volumen más reciente, Res mistica
(2012), incluye a un ángel caído en la portada, cortesía de la galerista
Françoise Thuillier, a su vez esposa del autor. En este ejemplo de mística
telúrica, el protagonista absoluto es el cuerpo: un cuerpo que no se identifica
con la crisálida del alma postulada por el cristianismo, sino más bien con una
morada que alberga los estigmas de un mundo en carne viva. Las quejas agonistas
y las imprecaciones blasfemas ―no exentas de una rara piedad― cristalizan en
ese recipiente óseo que se transmuta en “una simple lata de conserva”, “una
ciudad / en estado de emergencia”, una “gota de mundo” y una “brizna de nada”,
pero que también sintetiza la paradoja ascensional de Ícaro y la fabulosa caída
“en el centro de 3 desiertos / el cielo / el mar / y yo”. En estas
composiciones, que mezclan lo terrenal con lo sublime, lo platónico con lo
plutónico, se adivina el conjuro que ha de devolver “a esta tierra / todos los
elqui / que pobre / y carnalmente he sido”. Mientras discutíamos sobre asuntos
más humanos que divinos, Elqui Burgos iba desgranando una toponimia de nombres
que configuraban una geografía física y lírica: Rodolfo Hinostroza, Antonio
Cisneros, José Watanabe, Abelardo Sánchez León, Eduardo González Viaña y Martín
Rodríguez-Gaona.
La ley de las correspondencias me llevó
de vuelta al libro Madrid, línea circular,
de Martín Rodríguez-Gaona (Lima, 1969). En este poemario, reeditado en 2013 por
La Oficina, se aprecia la definitiva sustitución de los asuntos relativos a la
bóveda celeste por “lo que pasa en la calle”. La interdependencia de los
conceptos de centro y periferia, las fluctuaciones de la
memoria y los trasbordos cotidianos convergen en un volumen unitario que puede
leerse como una crónica generacional y como una indagación en los laberintos de
la identidad colectiva. En este viaje al corazón de la ciudad convergen la
degradada musa del distrito 5º de Barcelona a la que cantó Bolaño y la
estructura cíclica de la novela La noria,
donde Luis Romero ofrecía una lectura moral del paisaje y del paisanaje de la
metrópoli. Sin embargo, más allá del recorrido por las terminaciones nerviosas
de la vida urbana, a Rodríguez-Gaona le interesa caminar por el envés de las
palabras, vadear los engañosos espejismos del capitalismo y reflexionar sobre
la constitución de una iconografía pop. Pese a las sustanciales diferencias de
formación y estilo, Elqui Burgos y Rodríguez-Gaona comparten la defensa de una
poesía impura y desarraigada, que se concibe como un diálogo con los demás y
con uno mismo. De ello dan fe las palabras con las que este último pone fin a Madrid, línea circular: “Las últimas
opciones para evitar el naufragio de este libro (¿y el mío propio?) son el
soliloquio enajenado y el diálogo crítico. El discurso y la imagen, en tiempo
real, la palabra que envuelve y la sensación que detiene”.
Publicado en el suplemento “Arte y Letras” del diario Información, el 24 de abril de 2014
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