La publicación en 2002 de En el viento, hacia el mar, Premio
Nacional de Literatura, permitió situar a Julia Uceda (Sevilla, 1925) en el
Parnaso contemporáneo y en las filas movedizas del 50. Sus siguientes entregas
―Zona desconocida (Premio de la
Crítica), Hablando con un haya y,
ahora, Escritos en la corteza de los
árboles― profundizan en la actitud inquisitiva que ha caracterizado a la
autora desde sus comienzos. Su último libro va precedido de un breve ensayo en
prosa que supone un particular ajuste de cuentas con la historia colectiva y
con la propia historia literaria. Bajo el lema de ‘¿Somos quienes quisimos
ser?’ ―que evoca el nerudiano “Nosotros, los de entonces, ya no somos los
mismos”―, esta suerte de autobiografía intelectual ofrece un recorrido por los
títulos que configuran el DNI de la poeta y por las claves de su teoría
estética: una corriente alterna que oscila entre saber y recordar, entre la
búsqueda del conocimiento y la inmersión en el desconcierto. El balance
retrospectivo y la celebración del presente confluyen también en la metáfora
que preside el volumen: “escribir a toda prisa unas notas […] en trozos de las
cortezas de los árboles como si fueran hojas desenganchadas de un cuaderno
abandonado por alguien”. A
partir de esta premisa, los textos se suceden como las entradas de un diario
compuesto por “retazos de memoria”. Insertos en un tiempo psíquico y en un
espacio auroral, los poemas aspiran a un doble propósito: regresar a los
albores de la cultura y recuperar un lenguaje no codificado, capaz de nombrar
de nuevo el mundo y de dar otro sentido a las expresiones gastadas por el uso.
La superposición de vestigios civilizatorios ―el Popol Vuh, el anime
japonés o la liturgia hebrea― no desemboca aquí en un mero arrastre acumulativo.
Por el contrario, estas sinfonías visuales se engastan con armonía en el
conjunto y dotan de espesor ideológico a la construcción de la identidad.
Prueba de ello es ‘Rastas’, una jaculatoria rastafari que encierra una mirada
crítica y compasiva hacia aquellos jóvenes que quisieron encarnar la revolución
y acabaron consumidos por sus sueños: “Con cautela y arte, / sus rastas echaron
al hombro, a la espalda, / por la estrella negra cambiaron las cruces”.
Asimismo, cabe resaltar el espléndido ‘Álbum’, un travelling en cinco secuencias donde la imagen de una casa
abandonada en la estepa rusa funciona como detonante de un aquelarre
alucinatorio en el que se confunden las campañas napoleónicas, las pinceladas
de Munch, la filosofía dionisiaca de Nietzsche, las dudas del emperador
Hirohito y el diagnóstico existencial de Albert Camus. En la estela de otros
grandes frescos cosmogónicos (como ‘Espiral’, de Félix Grande), ‘Álbum’
proyecta los fotogramas congelados de una época de barbarie y de una cronología
que se muerde la cola: “Fuera la noche continúa cayendo y se evapora / la
sangre, el agua del vaso abandonado”. Julia Uceda demuestra en este libro que
la auténtica poesía no pretende aventurar respuestas ni barajar hipótesis, sino
que se contenta con formular las preguntas adecuadas: “¿Cómo saber en qué
tiempo he vivido?”.
Publicado en el suplemento "Babelia" del diario El País, el 7 de diciembre de 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario