martes, 27 de marzo de 2012

Sostiene Tabucchi


Escribir unas líneas apresuradas a propósito de la muerte de Antonio Tabucchi es casi un pleonasmo, porque Antonio Tabucchi fue un espectro de incógnito en el mundo de las letras. Este italiano con saudade creó a personajes inolvidablemente sentimentales y supo no sucumbir a las tentaciones del sentimentalismo, describió los tranvías lisboetas con el pulso de un forense y adivinó que el compromiso ideológico empieza a forjarse en el lenguaje. Sus novelas nos cautivan porque nos hablan de un mundo extinto con la fascinada nostalgia y con el rigor revolucionario del fantasma que recorre Europa. Durante mucho tiempo recordé algunas sentencias pessoanas (o heterónimas) de aquel Pereira que parecía troquelado sobre el molde de Juan de Mairena. Hoy, que ya es ayer, solo consigo acordarme de una secuencia de Réquiem en la que la voz espectral del narrador se pasea por un mercado ambulante plagado de vendedores de camisetas artificiales con cocodrilos de pega. Robé la idea para un poema. Solo por aquel saqueo ya habría contraído una deuda con quien me enseñó una forma superior de melancolía, esa que Leopardi llamaba noia, y que cualquier gallego no dudaría en calificar de morriña.  

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