viernes, 22 de marzo de 2013

Quemar ídolos


En una de las secuelas más desinhibidas del cine de acción fin de siècle (Misión imposible 2), al hongkonés John Woo se le cruzaron los cables en el episodio hispánico del filme. Así, imaginó un aberrante delirio sanferminero donde varios mexicanos chaparritos quemaban con ferviente regocijo vírgenes y otros santos; sin duda, todo se debía a una confusión entre dos festejos tan tradicionales y arraigados como las Fallas y la Semana Santa. Como no hay venganza más cruda que la del tiempo ―dice el tango―, la otra cara del cortocircuito se produjo hace unos días en Valencia, donde un artista fallero tuvo una idea digna de John Woo: juntar al panteón indio en un monumento y prenderle fuego el día de la quema. Tras las protestas de varias asociaciones, y ante el temor a que algo más que cartón acabara oliendo a chamusquina, las autoridades optaron por una decisión salomónica: indultar a Shiva y despojar de sus atributos sagrados a Ganesh, con la finalidad de que ardiera un elefante en vez de un dios. No sé si los pacientes hindúes estarán conformes con la desacralización de sus símbolos o con el valor purificador del fuego. Sin embargo, he aquí la prueba de algo que mi abuela predijo con irremediable fatalismo: lo malo del cine es que enseña al que no sabe.

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