martes, 14 de febrero de 2012

No tener que decir nunca lo siento

Si eso era amor para los protagonistas de Love Story, no cabe duda de que nuestros políticos nos aman con delirio. Es cierto que a menudo se contradicen, se desdicen, se desautomatizan y autodestruyen, pero en el fondo nos quieren. Por eso nunca, jamás de los jamases, nos pedirán perdón. Merkel adora a Grecia: ni se le ocurriría pedirles disculpas a sus peripatéticos moradores por poner el Partenón en llamas. El lampedusiano Monti quiere a los italianos, y por eso les susurra gatopardamente fragmentos del príncipe de Salina sin que se enteren: “es necesario que todo cambie para que todo siga igual”. Incluso nuestros políticos nos tienen franco aprecio, aunque seamos de naturaleza arisca y nos cueste dejarnos querer. ¿Qué mejor declaración que una amenaza de ERE colectivo sin sombra de arrepentimiento? En cuanto a Garzón, le tienen locura, frisando en la parafilia. Al final va a ser verdad que hay amores que matan.

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