En
su segunda salida en solitario, Andrés Catalán (Salamanca, 1983) se perfila
como una voz singular en la poesía española reciente. Entre la plasticidad de
la imagen y la precisión de la palabra, Ahora
solo bebo té (Premio “Emilio Prados”) despliega una galería en la que
encontramos naturalezas muertas, trampantojos pop e incluso instalaciones
audiovisuales. La alegoría de la taza de té que preside la primera parte
funciona como pretexto para explicar el fracaso de la versión original en un
mundo saturado de réplicas perfectas y copias compulsadas. Cuando la creación
parece condenada a reproducir la “exactitud del simulacro”, la auténtica
rebeldía consiste en dar fe del último resplandor de la materia: “Bebo té. La
taza está vacía: / ruina de la bebida que antes era”. Las retracciones emotivas,
las rectificaciones de sentido y el tono apodíctico del volumen entroncan con uno
de los modelos confesos del escritor: Aníbal Núñez, al que remite el rótulo ‘No
por hacerlo mal se ha roto el campo’. Sin embargo, el Aníbal Núñez que aquí
influye más poderosamente no es el nigromante de Taller del hechicero, sino el poeta-pintor de Figura en un paisaje. De hecho, la sección central del libro de
Catalán incluye varias écfrasis en las que se dan cita la observación
fragmentaria y cierta sinuosidad irónica. Así se aprecia, por ejemplo, en ‘Contemplando
un Vermeer’, una diatriba contra los corsés de la interpretación (“El azul es
azul; el pañuelo, amarillo: / que con esto te baste, / que no alcance el poema
a desnudarte nada”), o en ‘Peeping tom’,
un elogio de la amante suicida de Modigliani a cien años y dos metros de
distancia. El apartado final, una retrospectiva dedicada a Antonio López,
revela la traducción simultánea de la mirada al lenguaje. A la vez arte poética
y poética del arte, Ahora solo bebo té
es un libro sugerente y hermoso, que ofrece mucho y promete todavía más.
Publicado en el suplemento "Babelia" del diario El País, el 10 de mayo de 2014
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