lunes, 18 de noviembre de 2013

Limbo y otros poemas, de Ada Salas

Con Esto no es el silencio (2008), Ada Salas (Cáceres, 1965) evolucionó desde una poesía caracterizada por el retraimiento expresivo y la desnudez conceptual hacia una poética profética, atravesada por ocasionales vislumbres alucinatorios. Su nueva entrega, Limbo y otros poemas, incide en un discurso volcánico y una iconografía áspera y violenta, más cerca del desgarrón versicular que de la profilaxis minimalista: “Ahora voy a sentarme muy / cuidadosamente en la cuneta voy / a arrancarme los ojos / y voy a ver el sol / ―y voy a ver el sol― / derretirme los miembros”. El aprendizaje del dolor protagoniza una obra de aliento funerario, que se inicia con la crónica de un Apocalipsis anunciado y avanza, a redropelo, hasta la mácula del pecado original. Desde una materialidad reducida a cenizas, la autora se adentra en la oscura gramática del sentimiento y en los trampantojos de una realidad deconstruida, que exhibe “su propensión / al hueco” y cancela la metafísica de la presencia contra la que se había alzado Derrida. Las albadas heridas de muerte, las cicatrices geológicas y los abrazos rotos conforman una estética de la grieta que invita al lector a dar una vuelta por el otro lado del sentido. Más allá de su sección medular (‘Limbo’ y ‘Chanson du désir’), el volumen incluye una galería de poemas misceláneos entre los que cabe destacar un tríptico consagrado a Hölderlin, Sylvia Plath y Apollinaire, y una Anunciación surcada por signos y presagios intertextuales: “me dijo entonces la siniestra / corneja: porque habrás de parir / para la muerte”. El conjunto se cierra con la conturbadora écfrasis de un lienzo de Rembrandt (Niña en un marco), que es también un réquiem por la caducidad de la belleza: “No canto / porque bebo de las aguas de Ofelia”. Cuando la doctrina eclesiástica ha enviado el limbo al limbo, este extraño y hermoso libro trasciende la épica de la desolación para conducirnos a un lugar donde las palabras ya no tienen nombre. 

Publicado en el suplemento "Babelia" del diario El País, el 16 de noviembre de 2013

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