jueves, 6 de septiembre de 2012

Edward Hopper: poesía y soledad


La retrospectiva dedicada a Edward Hopper en el Museo Thyssen ha favorecido diversas especulaciones sobre la conexión entre los cuadros del pintor y las secuencias narrativas o los fotogramas que jalonan la iconografía del siglo XX. Parece que Hopper encontraba un perverso placer en las peripecias gangsteriles de serie B, aunque también realizó puntuales concesiones a la heterodoxia de la nouvelle vague: Al final de la escapada fue una de las últimas películas hacia las que expresó su admiración. No obstante, se ha escrito relativamente poco acerca de las relaciones entre Hopper y la poesía. En 1963, el crítico de arte Brian O’Doherty le preguntó sobre sus poemas preferidos. Hopper respondió que le gustaban un par de piezas de Robert Frost (“Stopping by Woods on a Snowy Evening” y “Come in”), una de Goethe (“Canto nocturno del caminante”) y “algo hermoso de Verlaine sobre la tarde”. En esa entrevista, Hopper se atrevió incluso a traducir al inglés la canción de Goethe, a la que definió como un extraordinario cuadro visual. A partir de esa microantología podemos imaginar a un Hopper rendido ante la vastedad orgánica de una naturaleza en la que únicamente se escucha la poesía muda de la descomposición. Esa luz crepuscular se proyecta en las arboledas perdidas de Cape Cod, en las carreteras secundarias que desembocan en una vía muerta y en esa casa junto a los raíles del tren en la que solo echamos de menos la escena de la ducha protagonizada por Janet Leigh.
            Es difícil precisar hasta qué punto Hopper conocía o apreciaba la poesía contemporánea. Sin embargo, la poesía contemporánea conoce y aprecia a Hopper. Eso sí, se trata en general de otro Hopper: el pintor de la vida moderna que se infiltra en el tráfico cotidiano, viaja de incógnito por las cafeterías de la ciudad y se aloja en hoteles con ventanas tan altas como los versos de Larkin. Casi todos los escritores que se han acercado a su obra coinciden en la “poesía latente” (John Ashbery) o en la “poesía elusiva” (Mark Strand) que subyace en sus óleos. Un buen ejemplo es el archiconocido Nighthawks [Aves nocturnas], cuya popularidad ha trascendido los límites del lienzo para instalarse en los compartimentos de la memoria colectiva. Si Gottfried Helnwein soñó con ponerles rostros populares (Bogart y Monroe, Elvis y James Dean) a los actores anónimos de la función, un póster de Los Simpson inmortaliza a los personajes de la serie en el interior de un Yummy’s Donuts sospechosamente similar al Phillies de Hopper. El drama que se escenifica en la cafetería de Nighthawks proporciona material para varios tratados sobre la incomunicación y para un par de apólogos sobre la soledad. Con todo, me parece que ambos conceptos están sobrevalorados. En Hopper no importa tanto la soledad como la espera, la inminencia de algo que está a punto de suceder y que ocurrirá en el momento exacto en el que dejemos de contemplar la imagen. Tal vez por eso las mejores écfrasis hopperianas no son las que pretenden rellenar ese vacío con una anécdota, sino las que se resignan a acepar la elipsis, la inevitable sustracción del argumento. Las adaptaciones líricas de Aves nocturnas se pueden leer en catalán (“Nighthawks, 1942”, de Ernest Farrés), en portugués (“Phillies”, de Joaquim Manuel Magalhães) y en alemán (“Nighthawks”, de Wolf Wondrastschek). En el volumen The Poetry of Solitude. A Tribute to Edward Hopper, editado por Gail Levin, cinco poetas norteamericanos se asoman al escaparate humano agremiado bajo el rótulo de Phillies. Para no desmerecer en osadía, ahí va mi traducción libre de la última estrofa del texto firmado por David Ray: “He aquí un hombre atrapado en la medianoche. / Buscó el mostrador más tranquilo del mundo / Y lo encontró en la calle casi vacía, / Lejos de todo lo que había dicho. / Ahora ha alcanzado el silencio sobre el que tanto le habían insistido. / Ni una ardilla, ni un abedul otoñal, / Ni un perro a su lado: nada se mueve para ayudarlo. / Tratará de mantener a raya su dolor. / Su pulgar sostiene una taza de café”.

(Publicado en el suplemento “Arte y Letras” del diario Información, el 30 de agosto de 2012)

1 comentario:

  1. De lo verso y adverso por el reverso.





























    http://www.ipchile.cl/carreras/tecnico-en-construccion/

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